Txalaparta: el latido de madera que vibra
El instrumento vasco que transforma madera en música, comunicación y resistencia
Una tabla, dos palos, y un estruendo que no se olvida.
La txalaparta no es solo un instrumento musical. Es un lenguaje. Es un juego. Es una conversación entre dos personas que se entienden a golpes (de madera). Su sonido puede parecer simple, pero en realidad está lleno de matices, fuerza y sincronía.
No es para tocarla en silencio. La txalaparta es para romperlo.
Y aquí te lo vamos a contar todo: su origen, su evolución, su uso en la actualidad y por qué, cuando la escuchas, algo dentro de ti se despierta.
Contenido
¿Qué es exactamente una txalaparta?
Pero esto no va de dar golpes sin más. Va de escucha, de diálogo rítmico. La txalaparta se toca entre dos personas: una marca la base y la otra improvisa. Y juntas construyen un pulso que no se olvida.
Es como el jazz, pero en madera y con aire de caserío.
El mercado de Santo Tomás se caracteriza por la venta de productos artesanales y gastronómicos. En sus inicios, los agricultores llevaban sus productos directamente del caserío a la ciudad, pero hoy en día los puestos ofrecen una amplia variedad de alimentos, artesanía y productos locales. Además, la festividad ha sabido adaptarse a los tiempos modernos sin perder su esencia.
Un poco de historia: de la sidra a los escenarios
Orígenes rurales
La txalaparta nació entre barricas de sidra. Literalmente. En los caseríos vascos, cuando la sidra estaba lista para ser embotellada, se avisaba al vecindario tocando unas tablas con palos. Ese ruido rítmico servía como llamada: “Venid, que esto está bueno”.
Pero como muchas tradiciones vascas, pasó de necesidad a cultura. Del aviso práctico al arte sonoro. Y en el siglo XX, en pleno renacimiento cultural vasco, la txalaparta resurgió con fuerza como un símbolo identitario.
Años oscuros y renacimiento
Durante el franquismo, como tantas otras expresiones vascas, la txalaparta fue marginada. Pero no se apagó. Volvió en los años 60 y 70, reinventada por grupos como Ttakun o los hermanos Artze, que vieron en ella un medio de expresión artística y política.
Hoy en día, su eco resuena en conciertos, festivales, actos políticos y hasta en fusiones con rock, electrónica o danza contemporánea.
Cómo se toca una txalaparta (sin romper nada)
Dos personas, dos roles
Txalapartari base: establece un patrón rítmico constante.
Txalapartari libre: improvisa, contesta, juega con el ritmo.
Es una especie de duelo amistoso. Si hay conexión, la música fluye. Si no, suena como dos cabras en un tejado. Pero cuando hay magia… ¡Boom!
Las makilak
No vale cualquier palo. Se usan varas de madera resistentes, ligeras, y con un cierto rebote. ¡Y ojo con los dedos!
Las tablas
Tradicionalmente eran de castaño o cerezo, pero hoy se usan muchas maderas: fresno, abedul, incluso materiales sintéticos. Lo importante es que suenen bien. Cada tabla tiene su tono.
Tipos de txalaparta
Tradicional
La de siempre. Tablas largas de madera natural, con sonido profundo y seco. Necesita espacio y oído fino.
Metálica
Más moderna. Sustituye la madera por metales afinados. El sonido es más agudo, más eléctrico. Ideal para conciertos potentes.
De piedra
Sí, de piedra. Se han construido txalapartas con láminas de pizarra o granito. El sonido es otro mundo: frágil, puro, hipnótico.
Electrónica
Con sensores, pads y efectos. Fusión con la música urbana y experimental. Porque la tradición no está reñida con la innovación.
La txalaparta hoy: donde menos te lo esperas
Ya no está solo en pueblos pequeños. Hoy puedes escuchar txalaparta:
En conciertos de rock y punk.
En festivales de world music.
En bandas sonoras de películas.
En sesiones de DJ que mezclan sonidos ancestrales y beats modernos.
En espectáculos de danza contemporánea.
Porque la txalaparta no es pasado. Es presente con madera.
Txalaparta y cultura vasca: inseparables
La txalaparta es mucho más que un instrumento. Es parte del alma de Euskal Herria. Se ha utilizado para:
Comunicar sin palabras: como si fuera código morse rural.
Celebrar: bodas, fiestas, manifestaciones.
Reivindicar: su sonido ha acompañado marchas, actos políticos, movilizaciones.
Educar: cada vez más escuelas enseñan txalaparta como parte del patrimonio cultural.
Y lo mejor: no hace falta saber solfeo. Solo sentir el ritmo.
Curiosidades que te van a sonar
Hay txalapartaris que tocan con los ojos cerrados. Literalmente: se guían por el oído y la intuición.
En algunos conciertos, se toca sobre hielo, metal o bambú.
Hay txalapartas portátiles: se montan en 10 minutos.
Existen campeonatos, talleres y hasta txalaparta-kafetegis.
- ¿Sabías que hasta Madonna, la Reina del Pop, incluyo la txalaparta en una de sus giras?
La txalaparta no es un instrumento para escuchar en segundo plano. Es para sentirla en el pecho. Para dejar que su ritmo te sacuda las ideas y te reconecte con lo esencial: el cuerpo, la tierra, la gente. Es primitiva y moderna. Rúbrica de lo vasco, pero abierta al mundo. No necesita cables, pero conecta. No tiene letras, pero habla.
Y sobre todo, no está en los museos: está viva. Golpea. Respira. Y cuando suena, recuerda a todos que la cultura vasca no está en pausa.