...

Caldereros de Donostia

La fiesta llena las calles de música y color cada febrero

caldereros

Vale, si has llegado hasta aquí buscando a alguien que repare tu caldera… sentimos decirte que te has colado de fiesta. Literalmente.

Los caldereros —en euskera, Kaldereroak— son los protagonistas de una tradición vasca que combina folclore, tambores, purpurina, desfiles y una pizca de teatro callejero. No es una cuadrilla de fontaneros en huelga, sino una recreación de las tribus gitanas que, supuestamente, cruzaban Europa vendiendo utensilios de metal. ¿Su capital? Donostia. ¿Su momento de gloria? El primer sábado de febrero. ¿Su energía? Inimitable.

Contenido

¿Qué es esto de los caldereros?

Durante unas horas, las calles de la Parte Vieja donostiarra se convierten en una mezcla de circo ambulante, feria del metal y desfile de fantasía. Los caldereros no piden permiso para sonar fuerte: traen sartenes, ollas, martillos, y lo que haga falta para que todo el mundo se entere de que están ahí.

Pero más allá del ruido (controlado, que conste), lo que hay es una fiesta con mucha historia, una conexión con las raíces, y una forma de calentar motores antes de los carnavales. Sí, esto es solo el principio del jolgorio.

Un poco de contexto: ¿de dónde salen los caldereros?

Todo empezó en 1884 (porque los donostiarras son muy de organizar)

La fiesta de los caldereros nació en Donostia en 1884, por iniciativa de una sociedad gastronómica con nombre poco discreto: La Unión Artesana. Esta cuadrilla decidió montar un desfile basado en los caldereros húngaros, un grupo itinerante que recorría Europa arreglando cazuelas y vendiendo productos metálicos.

¿La idea? Anticipar el carnaval con una especie de precuela. O mejor dicho, con una fiesta intermedia entre la Tamborrada de San Sebastián (20 de enero) y los carnavales de febrero.

caldereros 1984

¿Y qué pintan los gitanos en todo esto?

Pues bastante. La estética de los caldereros está inspirada en las tribus gitanas del este de Europa: pañuelos coloridos, pendientes, faldas largas, adornos dorados y mucho brilli-brilli. Es un homenaje —con su parte de teatralización, claro— a esas comunidades nómadas que iban de ciudad en ciudad haciendo sonar el metal.

caldereros donostia

Cómo es un desfile de caldereros

Oído cocina: empieza la percusión

La comparsa arranca con un ritmo contundente. Sartenes, ollas, tapas, cucharones… todo sirve para marcar el compás. El sonido es una mezcla entre tribal, festivo y cocina en plena hora punta. Y funciona.

caldereros San Sebastian

Damas, herreros y marimais

Los caldereros no desfilan solos. Acompañan a la comparsa personajes como las damas húngaras (sí, con faldas vaporosas y maquillaje de fantasía), los herreros que marcan el paso golpeando el metal, y las famosas marimais, unas figuras caricaturescas que representan a las mujeres mayores de la tribu, siempre interpretadas por hombres, y que aportan un toque cómico muy típico del carnaval.

caldereros Loiola

El canto de la tribu

Una de las joyas del desfile es el canto en euskera que entonan todos juntos. No es fácil de entender (ni de traducir), pero emociona. Porque en ese momento, con el eco del metal de fondo y la noche iluminada por farolillos, sientes que estás en algo especial.

¿Dónde se celebran los caldereros?

Donostia, la capital de los caldereros

Aquí empezó todo y aquí sigue con fuerza. La ciudad se llena de gente, tanto local como visitantes, y cada barrio tiene su propia comparsa. Hay quien dice que es incluso más divertida que la Tamborrada. (Pero eso no lo confirmes públicamente, que luego hay lío).

Otras ciudades que también se apuntan al plan

Aunque Donostia lleva la batuta, otras localidades como Tolosa, Zarautz o Irun también han incorporado la fiesta de los caldereros a su calendario. Cada una con su estilo, claro, pero manteniendo la esencia: metal, ritmo y mucho color.

Los caldereros hoy: tradición viva, moderna y sin complejos

Más inclusivos, más diversos

Aunque los caldereros se inspiran en una imagen antigua de las comunidades gitanas, las comparsas actuales han evolucionado. Se cuida el respeto cultural, se actualiza el lenguaje, y se abre la participación a todo tipo de gente. Ya no es solo una representación del «otra/o», sino una fiesta del “nosotras/os”.

¿Se puede ser calderero sin ser vasca/o?

Totalmente. Si tienes ganas de fiesta, cero vergüenza escénica y un poco de ritmo, puedes formar parte de una comparsa. Hay incluso grupos de extranjeros que se unen cada año para vivir la experiencia. Spoiler: suelen repetir.

Cómo preparar tu look de calderero sin parecer salido de una película antigua

Lo esencial

  • Faldas largas o pantalones anchos

  • Pañuelos de colores

  • Camisas con mangas bombachas

  • Chalecos

  • Pendientes, collares, adornos brillantes

  • Y sobre todo: una cacerola que suene bien

Lo opcional (pero divertido)

  • Bigote falso

  • Maquillaje exagerado

  • Plumas, lentejuelas, lo que te apetezca

  • Ganas de gritar “kaldereroak gara!” como si no hubiera un mañana

Caldereros y sostenibilidad: sí, también se puede

Sé que no es lo primero que piensas cuando ves una fiesta llena de metal y purpurina, pero hay grupos que están apostando por hacer comparsas sostenibles: reutilizando materiales, evitando plásticos de un solo uso, e incluso fabricando instrumentos con objetos reciclados.

¿Por qué deberías vivir esta fiesta al menos una vez?

Porque no hay nada igual. No es solo un desfile, ni un carnaval más. Los caldereros son una mezcla de historia, humor, ritmo y energía. Es una de esas tradiciones que no se entienden hasta que las vives. Y una vez que las vives… quieres repetir.

caldereros Donosti

Los caldereros son mucho más que una tradición vasca: son un reflejo de cómo una comunidad mantiene viva su cultura a través del juego, la música y la calle. Son ruido que une, color que contagia y memoria que se transforma. Y sí, también son una excusa perfecta para disfrazarse y montar un buen sarao sin dar demasiadas explicaciones.

Así que ya sabes: la próxima vez que escuches hablar de caldereros, no pienses en calefacciones. Piensa en Donostia, en ritmo, en historia… y en un cazo que, por una vez, no está en la cocina.